sábado, 20 de abril de 2013

Maduro, ¿Para qué?


Maduro, ¿para qué?
Después de catorce años de ejercicio del poder político en Venezuela, en el marco de la “revolución Bolivariana”, con predominio del Chavismo en lo que se configuró como  partido político en el 2007: Partido Socialista Unificado de Venezuela,  hasta la muerte de su caudillo indiscutible (oficialmente a los cuatro o cinco días de marzo del año en curso), y tras el brevísimo tiempo de menos de tres semanas de campaña política (electoral) para nuevas elecciones presidenciales, seguido del duelo por aquel, con resultados sorprendentes en desfavor del régimen,  las siguientes notas como lectura entre líneas de segmentos de esa compleja realidad.
El caudillismo tiene de efímero lo que todos tenemos de inevitables mortales. Con el agravante de que la política que se despliega no obedece al accionar de un colectivo que piensa; no es el poder organizacional que contempla la emulación de ideas y proyectos en un ambiente democrático. No.
El caudillismo es uni-personalismo que desvaría creyéndose entidad mesiánica sobre la base de la exultante admiración que le prodiga sus correligionarios,  que al parecer experimentan la mística sensación de realización por vía de la consagración taumatúrgica del insuperable jefe.
Hugo Chávez Frías alcanzó sólo esa figuración atado a su desdoblamiento en tanto populismo; no talante de estadista que asume el bienestar de sus gobernados, ayer mayoritariamente menesterosos, jugándose racionalmente las variables de una economía que se ha de sostener así misma por su productividad y el no derroche de los recursos discrecionalmente administrados por el estado. El gasto público exagerado toma el cauce del asistencialismo como opción para reivindicar un modo de vida ayer degradado por la miseria del capitalismo salvaje.

Concomitante a la entronización de este modelo, se ha desatado la parálisis de la economía y la delincuencia se ha desmadrado. Las expropiaciones y nacionalizaciones,  devinieron en ociosidad de los medios de producción. La fuerza de trabajo activa  corrió igual suerte.

Paralelo a esa deprimente realidad, la cotidianidad del país estuvo marcada por la incontinencia verbal del caudillo, el presidente comandante. Los poderes públicos perdieron su independencia, junto a los pesos y contrapesos que cuidan y protegen la democracia, hasta fundirse todo en el ejecutivo.

Evidentemente que sobre-estimando la movilización del pueblo, el re-encuentro de este con su dignidad, ganando las amplias masas la condición de sujeto de su propia historia en superación de su marginalidad, todo lo anterior se justificaba.  Unanimismo en lugar de pluralismo.

Esa era la realidad cuando ya el presidente Hugo Rafael Chávez Frías vivía la fase final del no retorno entre los vivos. Y por la misma lógica de la institucionalidad “chavista”, Él, el caudillo une los cuatro dedos de una de sus manos y con el índice bien recto señala a su heredero, anunciándolo en alocución pública a su pueblo: “¡Voten por Nicolás Maduro!”

De ese punto hasta hoy, por la evolución de los acontecimientos en la República Bolivariana de Venezuela, Hay que preguntarse: ¿qué o hasta dónde Nicolás estaba maduro para afrontar tan difícil momento y salir avante?

Me arriesgo a aseverar que Nicolás Maduro puso de manifiesto su inmadurez descomunal desde que pretendió no asumir lo que venía construyéndose él como persona y político, no importa el común ideario con su(s) camarada(s) de partido, sino que empezó a representar al mesías que ascendió a otra vida!.  Su identidad era la del difunto en cuerpo ajeno. Y el espejo o las lunas en el palacio de Miraflores después de las elecciones,  seguro ante sus ojos incrédulos, muy tarde quizá,  lo han develado así mismo como lo que es: Un personaje que se creía Hugo Rafael Chávez Frías, el presidente,  supremo comandante! Pero no, él, Nicolás,  sencillamente seguía siendo sin más,  Nicolás Maduro,  pero actuando. Y lo que todo el mundo espera aun, para bien o para mal, es que sea él,  auténticamente Nicolás Maduro. Con su adentro y su afuera. Con su acción y su palabra. Re-conduciendo el país.

Que el susto en la posesión a manos del espontáneo “hombre araña” definitivamente lo haya despertado del místico transe en que lo sumió la muerte del supremo comandante y con su ser en reserva, potenciado para este nueva era, muestre su talante de gobernante. Como Nicolás Maduro.  Fajándose a fondo,  allí contra las cuerdas!




Ramiro del Cristo Medina Pérez




Santiago de Tolú,  abril 20 - 2013

jueves, 18 de abril de 2013


La gran marcha del 9 de abril del año 2013,  le torció el pescuezo al ave negra de la intimidación, al monstruo del miedo..., que durante una década crió desde la "casa de Nari" el taumaturgo de la derecha bárbara de Colombia, Álvaro Uribe Vélez,  continuación de su labor entre claroscuros; primero como director de aéreo-civil en Antioquia y, segundo como gobernador de ese pujante departamento. Sin mencionar su gestión de trasegador de atajos,  encubierto o protegido por los privilegios que le otorgó la carrera de parlamentario y agente detentador de fortuna económica en tierra y ganado.
La auto-contención de demócratas e izquierda por el impacto de la cruzada reaccionaria de la presidencia de la república del gobierno anterior por todos los medios posibles: Anatematizar a disidentes con una retórica altisonante e incendiaria, arremetida de la peor represión en la que se comprometió a los militares, la policía y demás fuerzas de seguridad del estado; La restricción de las libertades a través de medidas extraordinarias y de  facto contra el movimiento social de los colombianos y contra las expresiones políticas diferentes al credo oficial del régimen con su fronda de clase y aliados cavernarios.  Esa auto-contención, en forma de dispersión, aislamiento, repliegue (por persecución), miedo,  acaba de ser quebrada, con la movilización del 9 de abril del presente año!!!
La sociedad colombiana se ha sacudido del miedo, en parte,  haciendo visible el tránsito a sujeto social de la paz!. Lo que sigue es ampliar la cobertura, consolidar esa nueva entidad para poner fin a la violencia como forma de ejercicio de la política y como método de resolución del conflicto social, ganar la condición de fuerza que comporte la inclusión de grados varios de diferencias, con el común denominador de optar por la vía de la negociación política para lograr la paz definitiva: la superación del conflicto armado.  Racionalidad y razonabilidad de parte y parte es lo que se requiere,  al tiempo que se den la cara sentados frente a frente en la meza,  reconociéndose cada quien en la diferencia que los define y en sus rangos sancionados por la lucha, respetándose mutuamente, y no obstante lo antagónico que puedan ser, mirar la común condición de miembros de una misma gran familia: Colombia!. Hijos de un mismo país. Este coraje de las partes, nos hará merecedores de la Paz; la paz negociada. No la paz de los vencedores. No la Paz de los vencidos. Este paso será la medida de la grandeza de sociedad que ha de venir. ¡Basta de seguir matándonos! Pactar con dignidad, para las partes involucradas, las condiciones para volver a convivir regulados por unas reglas de juego convenidas que contemple a  la vez un modelo de desarrollo hacia delante.
Quizá el pragmatismo con una cierta dosis de osadía y tacto,  le ha permitido al presidente J. M. Santos interpretar la constitución en esta vital materia de la paz,  jugándoselas en el contexto actual de la realidad colombiana,  desmarcándose definitivamente de su predecesor, jefe  y aliado de ayer.
Corresponde  en el marco de las coincidencias entre gobierno  y la diversidad que propugna por la paz negociada,  desplegar  una política suficientemente inteligente y flexible por un lado,  y firme en la persistencia por la búsqueda de la paz, por el otro; atentos además a las provocaciones y saboteos intencionales de los cruzados guerreristas que se alimentan de la sangre de nuestro pueblo y acumulan sus riquezas y capital con el despojo, la violencia, el odio y el negocio de las armas.
La guerrilla,  como el gobierno, en representación éste de toda la sociedad, y todas las demás fuerzas sociales y políticas progresistas, democráticas y de izquierda, han de potenciar la convergencia  erigiéndose paladines del interés general, sobreponiéndose a la tentación meramente electoral.
El espectro civilista de esta confluencia debe presionar de tal manera a guerrilla y gobierno para que den pasos que hagan irreversible el proceso,  al tiempo que ninguna de las partes de lugar para levantarse de la meza sin la refrendación de acuerdos que le ponga fin a esta confrontación estúpida e inútil.
Otras sociedades lo han podido.  Colombia inspirada en la reconciliación entre hermanos y, trabajando desde ya,  por un mejor país para todos, con oportunidades abiertas para la inmensa mayoría, derrochando ingenio,  creatividad y grandeza humana, también lo puede lograr! Sus costos debemos asumirlos de modo realista. Ya hemos tributado lo suficiente!!!




Ramiro del Cristo Medina Pérez


Santiago de Tolú, abril 15- 2013